Había una vez un hombre llamado George Thomas, pastor en un pueblito de Nueva Inglaterra. Un domingo de resurrección llegó a la iglesia cargando una jaula de pájaro, toda oxidada y torcida, y la colocó junto al púlpito. Varias cejas se arquearon, y como si en respuesta, el Pastor Thomas comenzó a hablar. “Estuve caminando por el pueblo ayer cuando vi un niño acercarse a mí, cargando esta jaula. En la parte de abajo de la jaula había tres pajaritos silvestres, temblando de frío y susto. Me paré y pregunté al niño, “¿Qué tienes allí, hijo?” “Solo unos pájaros viejos,” contestó. “¿Y qué vas a hacer con ellos?” le pregunté. “Llevarlos a casa y divertirme con ellos. Voy a coquetearlos, jalarles las plumas y hacerles que peleen. Me voy a divertir mucho.” “Pero te cansarás al rato de esos pájaros. ¿Qué harás entonces?” “Bueno, tengo unos gatos. Les gustan los pájaros. Se los daré.” El pastor se quedó en silencio por un momento. “¿Cuánto quieres por los pájaros, hijo?” “Mire, señor, Ud. no qui...